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El enamorado y la Muerte- anonimo |
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Un sueño soñaba anoche soñito del alma mía, soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenía. Vi entrar señora tan blanca, muy más que la nieve fría. —¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida? Las puertas están cerradas, ventanas y celosías. —No soy el amor, amante: la Muerte que Dios te envía. —¡Ay, Muerte tan rigurosa, déjame vivir un día! —Un día no puede ser, una hora tienes de vida.
Muy deprisa se calzaba, más deprisa se vestía; ya se va para la calle, en donde su amor vivía.
—¡Ábreme la puerta, blanca, ábreme la puerta, niña! —¿Cómo te podré yo abrir si la ocasión no es venida? Mi padre no fue al palacio, mi madre no está dormida. —Si no me abres esta noche, ya no me abrirás, querida; la Muerte me está buscando, junto a ti vida sería. —Vete bajo la ventana donde labraba y cosía, te echaré cordón de seda para que subas arriba, y si el cordón no alcanzare, mis trenzas añadiría.
La fina seda se rompe; la muerte que allí venía: —Vamos, el enamorado, que la hora ya está cumplida.
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Romance del conde Arnaldos-anonimo |
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¡Quién hubiese tal ventura¹ sobre las aguas del mar, como hubo el conde Arnaldos la mañana de San Juan!² Con un falcón en la mano la caza iba a cazar, vio venir una galera que a tierra quiere llegar.³ Las velas traía de seda, la jarcia4 de un cendal,5 marinero que la manda diciendo viene6 un cantar que la mar facía7 en calma, los vientos hace amainar,8 los peces que andan en el hondo arriba los hace andar,
Las aves que andan volando En el mástil las hace posar. Allí fabló el conde Arnaldos, bien oiréis lo que dirá: -Por Dios te ruego, marinero, dígasme ora9 ese cantar- Respondióle el marinero, Tal respuesta le fue a dar:10 -Yo no digo esta canción sino a quien conmigo va.
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Soneto I- Garcilaso de la vega |
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Cuando me paro a contemplar mi estado, y a ver los pasos por do me ha traído, hallo, según por do anduve perdido, que a mayor mal pudiera haber llegado;
mas cuando del camino estó olvidado, a tanto mal no sé por dó he venido; sé que me acabo, y más he yo sentido ver acabar conmigo mi cuidado.
Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme si ella quisiere, y aun sabrá querello;
que pues mi voluntad puede matarme, la suya, que no es tanto de mi parte, pudiendo, ¿qué hará sino hacello?
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Soneto XXIII- Garcilaso de la vega |
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Definition
En tanto que de rosa y azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto enciende el corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto, por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto, antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera, por no hacer mudanza en su costumbre.
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Vivo sin vivir en mi- Santa teresa de Jesus |
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Definition
Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,*
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor; 5
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero. 10
Esta divina prisión
del amor con que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión 15
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros 20
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga 25
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero, 30
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza. 35
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte,
vida, no me seas molesta; 40
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero,
que muero porque no muero. 45
Aquella vida de arriba
es la vida verdadera;
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva; 50
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti 55
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
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Nada de turbe- Santa Teresa de Jesus |
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Definition
Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa; Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza; Quien a Dios tiene, nada le falta; Solo Dios basta. |
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Llama de amor viva- San Juan de la cruz |
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Definition
¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres, 5
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
¡Oh cauterio süave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado
que a vida eterna sabe 10
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida has trocado.
¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido, 15
que estaba oscuro y ciego,
con estraños primores
color y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno 20
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!
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Noche oscura- San Juan de la cruz |
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Definition
En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada. 5
A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada. 10
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía. 15
Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía. 20
¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada! 25
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba. 30
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía. 35
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado. 40
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Soneto CLXVI- Luis de Gongora |
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Mientras por competir con tu cabello, oro bruñido al sol relumbra en vano; mientras con menosprecio en medio el llano mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello. siguen más ojos que al clavel temprano; y mientras triunfa con desdén lozano del luciente cristal tu gentil cuello:
goza cuello, cabello, labio y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o vïola troncada se vuelva, mas tú y ello juntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. |
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Letrilla- Luis de Gongora |
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Ande yo caliente, y ríase la gente.
Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno, y las mañana de invierno naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.
Coma en dorada vajilla el príncipe mil cuidados como píldoras dorados, que yo en mi pobre mesilla quiero más una morcilla que en el asador reviente,
y ríase la gente.
Cuando cubra las montañas de plata y nieve el enero, tenga yo lleno el brasero de bellotas y castañas, y quien las dulces patrañas del rey que rabió me cuente,
y ríase la gente.
Busque muy en hora buena el mercader nuevos soles; yo conchas y caracoles entre la menuda arena, escuchando a Filomena sobre el chopo de la fuente,
y ríase la gente.
Pase a media noche el mar y arda en amorosa llama Leandro por ver su dama; que yo más quiero pasar de Yepes a Madrigar la regalada corriente,
y ríase la gente.
Pues Amor es tan cruel, que de Píramo y su amada hace tálamo una espada, do se junten ella y él, sea mi Tisbe un pastel, y la espada sea mi diente,
y ríase la gente.
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Salmo XVII- Francisco Quevedo |
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Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes, ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo; vi que el sol bebía los arroyos del yelo desatados, y del monte quejosos los ganados, que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa; vi que, amancillada, de anciana habitación era despojos; mi báculo, más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada, y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte. |
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Amante agradecido a las lisonjas mentirosas de un sueño- Francisco Quevedo |
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¡Ay Floralba! Soñé que te ... ¿Dirélo? Sí, pues que sueño fue: que te gozaba. ¿Y quién, sino un amante que soñaba, juntara tanto infierno a tanto cielo?
Mis llamas con tu nieve y con tu yelo, cual suele opuestas flechas de su aljaba, mezclaba Amor, y honesto las mezclaba, como mi adoración en su desvelo.
Y dije: «Quiera Amor, quiera mi suerte, que nunca duerma yo, si estoy despierto, y que si duermo, que jamás despierte».
Mas desperté del dulce desconcierto;
y vi que estuve vivo con la muerte, y vi que con la vida estaba muerto.
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Rimas Sacras, XVIII
- Lope de Vega |
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¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta, cubierto de rocío, pasas las noches del invierno escuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí! [image] ¡Qué estraño desvarío si de mi ingratitud el yelo frío secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el [image] ángel me decía: Alma, asómate agora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía!
¡Y cuántas, hermosura soberana: Mañana le abriremos -- respondía --, para lo mismo responder mañana!
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Es la mujer del hombre lo más bueno,
y locura decir que lo más malo,
su vida suele ser y su regalo,
su muerte suele ser y su veneno.
Cielo a los ojos cándido y sereno, 5
que muchas veces al infierno igualo,
por raro al mundo su valor señalo
por falso al hombre su rigor condeno.
Ella nos da su sangre, ella nos cría,
no ha hecho el cielo cosa más ingrata; 10
es un ángel, y a veces una arpía.
Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,
y es la mujer, al fin, como sangría,
que a veces da salud y a veces mata.
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Con diez cañones por banda,viento en popa a toda vela,no corta el mar, sino vuela,un velero bergantín;bajel pirata que llamanpor su bravura el Temidoen todo el mar conocidodel uno al otro confín.
La luna en el mar riela,en la lona gime el vientoy alza en blando movimientoolas de plata y azul;y ve el capitán pirata,cantando alegre en la popa,Asia a un lado, al otro Europa,Y allá a su frente Estambul:
-Navega, velero mío, sin temorque ni enemigo navío,ni tormenta, ni bonanzatu rumbo a torcer alcanza,ni a sujetar tu valor.
Veinte presashemos hechoa despechodel inglésy han rendidosus pendonescien nacionesa mis pies.
Que es mi barco mi tesoro,que es mi Dios la libertad;mi ley, la fuerza y el viento;mi única patria, la mar.
Allá muevan feroz guerraciegos reyespor un palmo más de tierra,que yo tengo aquí por míocuanto abarca el mar bravíoa quien nadie impuso leyes.
Y no hay playasea cualquiera,ni banderade esplendor,que no sientami derechoy dé pechoa mi valor
Que es mi barco mi tesoro,que es mi Dios la libertad;mi ley, la fuerza y el viento;mi única patria, la mar.
A la voz de ¡barco viene!,es de vercómo vira y se previenea todo trapo a escapar:que yo soy el rey del mary mi furia es de temer.
En las presasyo dividolo cogidopor igual:sólo quieropor riquezala bellezasin rival.
Que es mi barco mi tesoro,que es mi Dios la libertad;mi ley, la fuerza y el viento;mi única patria, la mar.¡Sentenciado estoy a muerte!Yo me río:no me abandone la suerte,y al mismo que me condenacolgaré de alguna antenaquizá en su propio navío.
Y si caigo,¿qué es la vida?Por perdidaya la dicuando el yugodel esclavocomo un bravo sacudí.
Que es mi barco mi tesoro,que es mi Dios la libertad;mi ley, la fuerza y el viento;mi única patria, la mar.
Son mi música mejoraquilones,el estrépito y temblorde los cables sacudidosdel negro mar los bramidosy el rugir de mis cañones.
Y del truenoal son violento,y del viento,al rebramar,yo me duermososegado,arrulladopor el mar.
Que es mi barco mi tesoro,que es mi Dios la libertad;mi ley, la fuerza y el viento;mi única patria, la mar. |
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—Yo soy ardiente, yo soy morena, yo soy el símbolo de la pasión, de ansia de goces mi alma está llena. ¿A mí me buscas? —No es a ti, no.
—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro: puedo brindarte dichas sin fin, yo de ternuras guardo un tesoro. ¿A mí me llamas? —No, no es a ti.
—Yo soy un sueño, un imposible, vano fantasma de niebla y luz; soy incorpórea, soy intangible: no puedo amarte. —¡Oh ven, ven tú!
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Fresca, lozana, pura y olorosa, gala y adorno del pensil florido, gallarda puesta sobre el ramo erguido, fragancia esparce la naciente rosa.
Mas si el ardiente sol lumbre enojosa vibra, del can en llamas encendido, el dulce aroma y el color perdido, sus hojas lleva el aura presurosa.
Así brilló un momento mi ventura en alas del amor, y hermosa nube fingí tal vez de gloria y de alegría.
Mas, ay, que el bien trocóse en amargura, y deshojada por los aires sube la dulce flor de la esperanza mía.
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Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas… no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas… no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!
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Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar. |
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Intelijencia, dame el nombre esacto de las cosas!
Que mi palabra sea la cosa misma, creada por mi alma nuevamente. Que por mí vayan todos los que no las conocen, a las cosas; que por mí vayan todos los que ya las olvidan a las cosas; que por mí vayan todos los mismos que las aman, a las cosas… ¡Intelijencia, dame el nombre esacto, y tuyo, y suyo, y mío, de las cosas!
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Vino, primero, pura, vestida de inocencia. Y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo de no sé qué ropajes. Y la fui odiando, sin saberlo.
Llegó a ser una reina, fastuosa de tesoros… ¡Qué iracundia de yel y sin sentido!
…Mas se fue desnudando. Y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica de su inocencia antigua. Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica, y apareció desnuda toda… ¡Oh pasión de mi vida, poesía desnuda, mía para siempre!
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Pero como el amor
los saeteros
están ciegos.
Sobre la noche verde,
las saetas
dejan rastros de lirio
caliente.
La quilla de la luna
rompe nubes moradas
y las aljabas
se llenan de rocío.
¡Ay, pero como el amor
los saeteros
están ciegos!
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Si muero Dejad el balcón abierto
El niño come naranjas (Desde mi balcón lo veo)
El segador siega el trigo (Desde mi balcón lo siento)
Si muero Dejad el balcón abierto |
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Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura ella sueña en sus baranda, verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Verde que te quiero verde. Bajo la luna gitana, las cosas la están mirando y ella no puede mirarlas.
Verde que te quiero verde. Grandes estrellas de escarcha, vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba. La higuera frota su viento con la lija de sus ramas, y el monte, gato garduño, eriza sus pitas agrias. �Pero quién vendrá? �Y por dónde...? Ella sigue en su baranda, verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga.
Compadre, quiero cambiar mi caballo por su casa, mi montura por su espejo, mi cuchillo por su manta. Compadre, vengo sangrando, desde los puertos de Cabra. Si yo pudiera, mocito, este trato se cerraba. Pero yo ya no soy yo, Ni mi casa es ya mi casa. Compadre, quiero morir decentemente en mi cama. De acero, si puede ser, con las sábanas de holanda. �No ves la herida que tengo desde el pecho a la garganta? Trescientas rosas morenas lleva tu pechera blanca. Tu sangre rezuma y huele alrededor de tu faja. Pero yo ya no soy yo. Ni mi casa es ya mi casa. Dejadme subir al menos hasta las altas barandas, �dejadme subir!, dejadme hasta las verdes barandas. Barandales de la luna por donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres hacia las altas barandas. Dejando un rastro de sangre. Dejando un rastro de lágrimas. Temblaban en los tejados farolillos de hojalata. Mil panderos de cristal, herían la madrugada.
Verde que te quiero verde, verde viento, verdes ramas. Los dos compadres subieron. El largo viento, dejaba en la boca un raro gusto de hiel, de menta y de albahaca. �Compadre! �Dónde está, dime? �Dónde está tu niña amarga? �Cuántas veces te esperó! �Cuántas veces te esperara, cara fresca, negro pelo, en esta verde baranda!
Sobre el rostro del aljibe se mecía la gitana. Verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Un carábano de luna la sostiene sobre el agua. La noche se puso íntima como una pequeña plaza. Guardias civiles borrachos en la puerta golpeaban. |
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La luna vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la mira mira. El niño la está mirando. En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña, lúbrica y pura, sus senos de duro estaño. Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, harían con tu corazón collares y anillos blancos. Niño, déjame que baile. Cuando vengan los gitanos, te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna, que ya siento sus caballos. Níno, déjame, no pises mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba tocando el tambor del llano Dentro de la fragua el niño, tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya, ay cómo canta en el árbol! Por el cielo va la luna con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. El aire la está velando. |
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Llanto por Ignacio Sánchez Mejías
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A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte a las cinco de la tarde.
El viento se llevó los algodones a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio a las cinco de la tarde.
¡Y el toro, solo corazón arriba! a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay qué terribles cinco de la tarde! ¡Eran las cinco en todos los relojes! ¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
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